sábado, 25 de marzo de 2017

¿EL COMUNISMO ES LEGAL EN EL ESTADO ESPAÑOL?

La mayoría responderán que sí porque pueden comprarse libros de Marx y Lenin, llevar una bandera comunista o una camiseta con la cara del Che. Pero como decía Engels: el marxismo es una guía para la acción. No podemos separar la teoría de la práctica, ese es el empeño de la burguesía para que no nos organicemos en torno a la lucha comunista, por eso repiten falacias como que “el comunismo es muy bonito en la teoría pero fracasa en la práctica”. Por eso no persiguen a los intelectuales pequeño burgueses que se pasan el día teorizando sobre lo ya escrito y que no tienen práctica revolucionaria alguna, porque además, estos charlatanes se dedican a atacar a los revolucionarios que sí la han tenido y tienen. Por lo tanto, le hacen otro favor a la burguesía. Los clásicos del marxismo escribieron para incitar a una práctica revolucionaria correcta, no para que sus textos se quedaran en un blog o en una biblioteca. Como por lo tanto no podemos quedarnos en el plano teórico para decir si el movimiento comunista es legal, veamos si en la práctica lo es. Aún así, cabe recordar que aunque uno pueda comprar un libro de Lenin en multitud de librerías, hay escritos comunistas prohibidos como muchos del PCE (r) y el Estado cerró en 2007 la web Antorcha donde aparecían algunos de estos, encarcelando al administrador.

Hay que partir de la base de que el marxismo-leninismo es la combinación de lucha legal e ilegal, por lo tanto hay una parte de la lucha que siempre estará fuera de la legalidad. En algunos Estados, con más libertades políticas que el español, el margen para actuar en la legalidad es mayor, pero aquí, donde se persigue hasta a quienes denunciamos torturas y asesinatos a manos de la policía o en el que la policía carga e impone caras multas hasta en manifestaciones pacíficas, apenas hay posibilidades. Estas condiciones han obligado a muchos militantes comunistas a pasarse a la clandestinidad, dificultando así la labor policial para detenerlos por una actividad exclusivamente política y no armada. No lo hicieron por capricho, como parecen asegurar los manipuladores revisionistas tan apegados a la legalidad que no suponen peligro alguno. Lo hicieron por el constante acoso al que eran sometidos por la policía, por repartir octavillas o participar en asambleas de trabajadores o parados. La solidaridad con los presos políticos antifascistas también está perseguida y han encarcelado a solidarios e incluso a abogados de los presos. Ante esta ausencia de libertades, ¿quién puede decir que la lucha comunista es legal en el Estado español? Sólo quienes se dicen comunistas pero en los hechos, lo que lógicamente más cuenta, no denuncian ni el exterminio de presas comunistas. La burguesía teme la práctica y cuando esta es inexistente o no pone en riesgo los pilares del régimen, puede tolerarla e incluso la necesita para tergiversar el marxismo y dar una imagen de pluralidad para camuflar mejor la falsa democracia.


Pero hay una cosa imprescindible para saber hasta qué punto la lucha comunista es legal en un Estado: saber si el partido comunista que ejerce como tal y no sólo de nombre, es legal. Los comunistas creemos en la imperiosa necesidad del partido comunista, que es la organización independiente de la clase obrera, es decir, que no está controlada por la burguesía y que por lo tanto, sólo sirve a los intereses de los trabajadores sin deberse a acatar la legalidad que nos oprime. Renunciar a la función del partido comunista es el colmo del oportunismo y equivale a decir que la pequeña burguesía puede dirigir el movimiento revolucionario, renunciando al papel de vanguardia del proletariado más avanzado. En el Estado español, el partido que se ha ganado durante cuatro décadas el calificativo de comunista, con una lucha tenaz, comprometida a cualquier precio y bien organizada, que jamás ha traicionado los principios comunistas y por lo tanto a la clase obrera, es el PCE (r) y es un partido ilegal precisamente por eso. Un Estado como el español, que no rompió con el fascismo y que por lo tanto, a la vista está, no asegura ni las libertades más básicas, no va a tolerar que un partido verdaderamente revolucionario, sea legal. Ya no sólo eso, sino que las condenas a sus militantes llegan a los 11 años de prisión y en el caso de su Secretario General, que ya acumula 24 años de condena en dos tandas, a la cadena perpetua encubierta. Otros tantos han sido asesinados pasada la "transición". Ni los bolcheviques en el zarismo sufrían una represión tan contundente, ni siquiera Fidel Castro tras ser encarcelado cuando asaltó con las armas el cuartel de Moncada. Por lo tanto, si los comunistas creemos en la función imprescindible del partido y queremos organizarnos con este para tener una práctica consecuente, no podemos hacerlo desde la legalidad. ¿Quién puede decir que la lucha comunista es legal en el Estado español? Los partidos que diciéndose comunistas caen en el parlamentarismo más vergonzoso, han sido defensores de la Constitución y de la reconciliación con el fascismo, condenan la autodefensa, no exigen la Amnistía total, reducen las experiencias revolucionarias de otros países al folklore festivo y no proponen nada más que manifestaciones-paseo. En definitiva, quienes se pasan los principios comunistas por su cómoda práctica. Como se suele decir: “Quienes no se mueven, no sienten las cadenas”. Y moverse en la lucha comunista, es todo lo contrario a eso y suele ser ilegal, otra cosa es que no puedan encarcelarnos a todos los que hagamos algo ilegal, pero la posibilidad está ahí.


viernes, 10 de marzo de 2017

AGUDIZAR LA CRISIS DEL RÉGIMEN


Que el régimen tiene una crisis cada día más profunda, es algo que hasta sus voceros manipuladores profesionales, se han visto obligados a reconocer con preocupación en más de una tertulia de TV o en su prensa escrita. La monarquía, los políticos, sus fuerzas represoras, sus relaciones internacionales, el independentismo masivo en Catalunya, etc, son algunos ejemplos de importantes grietas en los pilares del régimen. Si a ello le sumamos los millones de parados, ausencia de libertad de expresión, desahucios diarios, sueldos de miseria, etc, tenemos unas condiciones objetivas que de estar bien acompañadas por las subjetivas (organización revolucionaria) se iba a montar una bien gorda. Este artículo sería más extenso que el Quijote si me pusiera a citar más ejemplos de la grave situación que estamos pasando, pero basta recordar que hace pocos días se derrumbaba y no por primera vez, el techo de un hospital público de Madrid quedando herido un paciente. Vas a que te curen y sales más herido, eso si no sales muerto porque por la falta de personal y medios no pueden darte la mejor atención. Cuando hasta los hospitales están en esas condiciones, por eso y tantas cosas más, en cualquier Estado sólo un poco más cuerdo, estarían ardiendo las calles.

Mientras aquí han condenado a Valtonyc a 3 años y 6 meses de prisión por hacer canciones contra la monarquía y políticos criminales, la respuesta en las calles ha sido poco más que cuatro concentraciones y dos de estas en su isla, en Grecia los estudiantes lanzan cócteles molotov contra el parlamento, los agricultores se enfrentan a los antidisturbios a palazos o se ocupan ayuntamientos para mejorar las condiciones de los presos revolucionarios y en Francia responden a la brutalidad policial con días de disturbios como hicieron con la “ley del trabajo”. Con eso no digo que en esos países estén al borde de la revolución (para eso hace falta mucho más que enfrentamientos esporádicos), sino que aquí con unas condiciones objetivas mucho más jodidas, hay una respuesta mucho menos contundente. Por eso el gobierno ni camufla sus homenajes a la División Azul de fascistas españoles que ayudó a los nazis o quienes saquean millones de dinero público como Rato salen de rositas, para qué si no hay una respuesta aunque la humillación no pueda alcanzar cotas más altas. ¿Qué será lo próximo, multar con 1.200 euros a 13 jóvenes por reunirse para comer pipas? ¿Lo dudas? Pues lo acaban de hacer en Jaén: ley Mordaza por reunirse varias personas en la calle. ¡A quién se le ocurre salir a la calle a hablar y comer pipas en un parque si hay que estar bailando canciones machistas en un local caro o frente al ordenador subiendo las fotos del baile! En estas estamos e irán a más como no los frenemos, no será porque no nos estén avisando. Es un régimen decadente que nervioso, impone el terror para que no podamos ni reunirnos en la calle o protestar.

Pretenden arreglar su tremenda crisis de legitimidad a base de una represión que sólo agudiza aún más su crisis, pero así son los fascistas, son bestias que no atienden a razones. Eso provoca que cada vez más personas se den cuenta de que aquí no tenemos ni la d de democracia, cosa que hemos de aprovechar para desarrollar la organización revolucionaria imprescindible para conquistar mejoras y para un día poder poner fin a la tiranía del capital. Está en nuestras manos agudizar más su crisis y con los incontables ejemplos de barbarie que dejan, despertar la conciencia de clase hasta que la respuesta ante sus crímenes y violaciones de derechos fundamentales, sea mucho más que cuatro concentraciones tranquilas. Para ello es imprescindible recordar que si nos vencen y oprimen, es porque ellos sí tienen claro que el uso de la fuerza es necesario. Sin embargo una gran parte de la izquierda y de los autodenominados “partidos comunistas” no dudan en condenar los métodos de lucha ilegales. Si aquí los estudiantes hubieran lanzado cócteles molotov contra el Congreso como en Grecia, desde Unidos Podemos hasta los revisionistas, lo hubieran condenado. Agudizar la crisis del régimen pasa precisamente por no dar legitimidad a su legalidad que nos asfixia. Es evidente, no para demasiados y así estamos, que condenando lo que se salte su legalidad, lo fortalecemos. Por ello hemos de tener claro qué partidos fortalecen al régimen y qué partidos u organizaciones lo debilitan. Con quienes lo debilitan y asumen planteamientos revolucionarios verdaderamente democráticos, podremos tejer alianzas pese a las diferencias, eso es la unidad. Con quienes legitimen la represión u ofrezcan otro tipo de colaboración al régimen, sólo cabe señalarlos como enemigos. El régimen los necesita, como necesitó al PCE en la “transición”, para dormir la rabia alejándola de las calles y así tener al rebaño controladito. Son su pata izquierda y como tal deben ser tratados: parte del problema, no aliados. Sin olvidar que una cosa son muchos de sus votantes ingenuos y la otra sus políticos mentirosos y apoltronados. Con los primeros hemos de tratar para hacérselo ver, a los que los manipulan, atacarlos.

Sólo debilitando al régimen podremos un día asestarle el golpe final. Para ello hemos de salir del cómodo espacio que compartimos con quienes ya asumen planteamientos revolucionarios, que no son nada si no los llevamos a la práctica y los compartimos con nuestros compañeros de clase que aún no han llegado a estos. Necesitamos, como decía Lenin, una agitación y propaganda constantes y disciplinadas para combatir la manipulación del enemigo y concienciar. De lo contrario resultaría absurdo pensar que podemos derrotarlos desde la comodidad y el sectarismo. Ahora que el régimen empieza a agonizar es el momento, nos lo ponen en bandeja sin querer. Recordemos porqué sus instituciones no tienen legitimidad, denunciemos la falta de libertades con solidaridad, llevemos la indignación más allá de internet, aumentemos el creciente descontento popular y sobre todo, organicemos la rabia. Si en otras épocas y lugares, con unas condiciones objetivas menos agudizadas, ha habido una gran resistencia, ¿cómo no vamos a organizarla con la que está cayendo? Tenemos una responsabilidad con nosotros mismos, con nuestra clase y frente a la historia; si sabemos lo que hay que hacer, no podemos mirar hacia otro lado y caer constantemente en sus distracciones para sedarnos y alejarnos de la lucha. De su crisis, que nazca nuestra fortaleza. Ante su falta de legitimidad, defendamos la legitimidad de toda resistencia.